29, 30, 31 de Julio de 2013. Ruta circular desde Lanjarón, hacia Laguna de Lanjarón, Cuerda de Tajos Altos, pico El Caballo, y regreso por tramo del Sulayr de Rinconada de Nigüelas a Tello.
Día 29 de Julio. De Lanjarón hasta el Refugio de Peñón Colorao.
Distancia: 22 km Desnivel: 2.628 m Tiempo: 9 horas |
Creo que es mejor, dejar que pase un tiempo antes de volcar aquí lo que la memoria guarda de aquellos días de montaña y roca. Porque la memoria llama a la memoria, el acto de recordar hace que se activen y recuerden detalles que podrían pasar de otro modo desapercibidos. Y porque también parece ser, que con el tiempo, la memoria reinventa los recuerdos, como rellenando aquellos huecos que ha perdido, y aunque no sea todo exactamente correcto, para el cerebro así lo es, así fue todo como sucedió, paso a paso.
Partimos desde el pueblo de Lanjarón, con ansias de montaña en los músculos, y cargados de mochila, firmeza, y paciencia; porque no teníamos una idea fija de hasta dónde podríamos llegar, porque sabíamos que subir hasta la Laguna de Lanjarón en una sola jornada era un recorrido duro, porque esta vez, se trataba de salvar un desnivel con el que no habíamos lidiado en otras ocasiones. |
Y qué manía con empezar las rutas subiendo cuestas. A pocos metros de la conocida Fuente Hoya del Grillo, la primera subida te hace pensar otra vez, qué leñe haces allí cargado con 15 kilos de mochila en lugar de estar en casa sentado tomando un buen desayuno. Cuando llevas una hora caminando sin dejar de subir, parece que aquello que hay en la espalda va pesando menos, empieza a entrometerse entre tus vértebras, se amolda como el sillón de casa a tus formas, parece que dentro se recolocan solas la lata de fabada y los sobres de sopas, la ropa, los frutos secos, el hornillo y la bota de vino, que aunque luego me regañara el compañero por ese peso de más, bien que nos alegró el paladar a la hora de comer.
El barranco del Río Lanjarón hasta Tello, es angosto y umbrío, y el sendero lo dibuja lentamente, entre algunas pequeñas casas que invitan a la intriga y a inventar historias sobre quién vive ahí. Quizá extranjeros fugitivos, hombres solitarios que decidieron apartarse del mundo... o quién sabe. Son las casas típicas de la Alpujarra, con esos techos característicos recubiertos de pizarras y Launa (http://www.alpujarrarural.net/debeconocer/arquitectura/las_terrazas.html) , únicos en el mundo en forma plana en lugares donde es frecuente la nieve; también se les conoce por "terrazas".
Hasta Tello no hay pérdida. Pocos son los castaños que sobrevivieron al incendio del año 2005; algunos troncos aún se afrerran al suelo verticales y muertos; árboles de otro siglo, de los que no se abrazan entre dos personas, ahora yermos, silenciosos.
El barranco del Río Lanjarón hasta Tello, es angosto y umbrío, y el sendero lo dibuja lentamente, entre algunas pequeñas casas que invitan a la intriga y a inventar historias sobre quién vive ahí. Quizá extranjeros fugitivos, hombres solitarios que decidieron apartarse del mundo... o quién sabe. Son las casas típicas de la Alpujarra, con esos techos característicos recubiertos de pizarras y Launa (http://www.alpujarrarural.net/debeconocer/arquitectura/las_terrazas.html) , únicos en el mundo en forma plana en lugares donde es frecuente la nieve; también se les conoce por "terrazas".
Hasta Tello no hay pérdida. Pocos son los castaños que sobrevivieron al incendio del año 2005; algunos troncos aún se afrerran al suelo verticales y muertos; árboles de otro siglo, de los que no se abrazan entre dos personas, ahora yermos, silenciosos.
Más arriba de Tello, el paisaje se vuelve trágicamente árido. Sobreviven plantas rastreras, resistentes al frío, capaces de soportar semanas bajo la nieve, reducir la floración a pocos días, defenderse de sus depredadores con espinas afiladas, y exponer al sol hojas minúsculas. El sendero descarnado por el continuo paso de montañeros a lo largo de los años no deja dudas, salvo algún cruce no hay pérdida si sabes hacia dónde vas: arriba, más arriba. Y subiendo llegamos a Ventura. Más que un refugio, son las ruinas del mismo, pero hay que tener en cuenta que como los otros refugios del Valle de Lanjarón se construyeron hacia 1.930 en un intento para facilitar la repoblación en el valle. El tiempo, es una lucha lenta y sin tregua contra la roca -aquí algo más sobre esta historia-. Más adelante el sendero se desdobla, se vuelve a unir, hay varios rastros, alguna pendiente forzada, pero siempre teniendo en cuenta que nuestro siguiente punto de referencia es el bosque aislado en la ladera, en la zona conocida como Prados del Rincón.
Nunca hay que olvidar mirar atrás... para saber lo que somos, lo que hemos hecho, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Y atrás tenemos el mar, que se asoma en el horizonte azul; imaginamos la marabunta en las playas de Salobreña y Motril. Ante esa imagen disonante seguimos avanzando. Por suerte, aún queda mucha montaña por delante. Hay una diferencia cada vez más observable entre uno y otro margen del río. Este es mucho más seco y pedregoso, incluso la llamada Acequia Nueva es sólo un camino de lajas ordenadas, planas y secas, mientras que al otro lado, bajo la Loma de Cáñar, hay verdes de pasto, y neveros blancos aferrados al fondo del valle más umbrío, borreguiles donde la pendiente se suaviza, pequeños arroyuelos que aquí echamos de menos, porque vamos justitos de agua.
Miramos la altitud de vez en cuando en el reloj, y cuando tocamos los 2.700 metros, tenemos justo en frente el gran Tajo Las Pasiegas. Aquí tropezamos con algún nevero y sus chorreras, y pudimos reponer de agua las mochilas. El sendero se retuerce aquí y encara vertical hacia la cima, pero antes de nuevo se curva y asciende más suave un poco más, y por unos metros se transforma en un camino de piedra hecho a mano, piedra a piedra, en busca a un centenar de metros del inacabado Refugio de Lanjarón. Este, sus restos, se encuentra justo sobre el cambio de vertiente. Parecía que ya debía quedar poco que recorrer hasta el refugio de El Caballo; esto es alta montaña. Nunca queda poco. Próximos a los 2.900 m no se puede tener prisa. El oxígeno escasea y el ritmo del corazón se acelera. Mañana nos irá mejor en ese aspecto, tras una noche en las alturas. Al volcar desde este punto, vemos imponente la cara sur de El Caballo con sus 3.011 metros, sobre un pedregal incómodo de transitar. |
La montaña siempre nos sorprende. Y esta vez, con un gran nevero resistente entre las sombras, duro para no llevar crampones, y que no pudimos sortear para llegar directamente al refugio de El Caballo. Nos quedamos con las ganas. Otra vez será. Llamando a la prudencia, tuvimos que descender hasta las chorreras (Lavadero de la Reina), y entre volver a subir hacia el refugio, o continuar hacia la Laguna de Nájera, optamos por la segunda opción, y así otorgar más tiempo en busca de la Laguna de Lanjarón.
Un senderillo claro desciende hacia Nájera entre el Morrón y las rocas abruptas de la Loma Mediana, bajo los Tajos Altos.
Y como dibujando la curva de nivel, se prolonga hasta el mismo Río Lanjarón, donde nos cambiamos de margen cerca de una baliza de nieve visible desde muy lejos.
Un senderillo claro desciende hacia Nájera entre el Morrón y las rocas abruptas de la Loma Mediana, bajo los Tajos Altos.
Y como dibujando la curva de nivel, se prolonga hasta el mismo Río Lanjarón, donde nos cambiamos de margen cerca de una baliza de nieve visible desde muy lejos.
El mundo de la montaña es interminable. Más aún para un incipiente aficionado. Por mucho que acuda al monte, la alta montaña es otra cosa, y aquí no es tanta la experiencia, así que lo primero es cargarse de prudencia. Cuando en un paso atrevido te juegas más que una simple caída. En los días previos, mientras preparaba los mapas y buscaba información, no dejaba de tener muchas dudas sobre el paso de "Verea cortá". Este es un paso delicado, en el que hay una cadena a la que agarrarse en unos metros en los que no cabe error. Solo tiene una caída.
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Teníamos en mente dos ideas; queríamos hacer la cuerda de Tajos Altos, y queríamos llegar a la Laguna de Lanjarón. Pero no quería pasar Verea Cortá en sentido descendente. En cualquier caso, cuando vimos los neveros, descartamos toda duda de tomar ese camino. El avance hacia el río tiene un paisaje espectacular en todas las direcciones. Es fácil imaginar el gélido y pétreo hielo ocupando el valle, arrastrando, quebrando, puliendo la roca, excavando hasta dejar las cubetas que ahora ocupan las lagunas. Metros y metros, toneladas de hielo avanzando en las edades de la tierra.
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Una vez se alcanza la baliza de nieve, hay que buscar un punto para cruzar el río. Aún quedan neveros junto al margen, excavados por debajo por el agua formando pequeños túneles de hielo, u otras formas caprichosas y distintas, inesperadas.
Desde aquí hacia el Peñón Colorado casi no hay sendero, pero tampoco tiene pérdida. Aún nos quedan otros cien metros de desnivel, una hora de camino, y las sombras empiezan a adueñarse del valle. El refugio tiene un estado ruinoso y peligroso, y donde hubiera un puerta hay cemento y piedra. Pero junto a la entrada, queda un espacio como una "lonja" más que suficiente para instalarnos. Antes de que todo el valle caiga en la sombra, tenemos tiempo para preparar el "dormitorio", cenar y charlar un rato. Después nos embutimos en el saco, a rememorar los momentos del día, a grabar los paisajes en la memoria, a soñar, a dejarnos llevar con el arruyo del río Lanjarón.
Desde aquí hacia el Peñón Colorado casi no hay sendero, pero tampoco tiene pérdida. Aún nos quedan otros cien metros de desnivel, una hora de camino, y las sombras empiezan a adueñarse del valle. El refugio tiene un estado ruinoso y peligroso, y donde hubiera un puerta hay cemento y piedra. Pero junto a la entrada, queda un espacio como una "lonja" más que suficiente para instalarnos. Antes de que todo el valle caiga en la sombra, tenemos tiempo para preparar el "dormitorio", cenar y charlar un rato. Después nos embutimos en el saco, a rememorar los momentos del día, a grabar los paisajes en la memoria, a soñar, a dejarnos llevar con el arruyo del río Lanjarón.
No es todo tan bonito si cambias la perspectiva. La alta montaña puede resultar incómoda. La noche es larga. Demasiado tiempo para pensar. Llegas agotado al duro suelo, y por mucho que lo preparamos, de nuevo has de adaptar la espalda a la más mínima piedrecita. Ni siquiera estás acostumbrado a tanto silencio. Aunque esta vez, el rumor del río nos mima y nos cuida el sueño. A veces cuesta dormir. Con la altitud aumenta la frecuencia cardíaca, y tus propios latidos pueden convertirse en un martilleante eco en tu pecho. La noche es lenta. Más si tu compañero de tienda duerme como un niño, o de vez en cuando ¡te meta un ronquido en los oídos! Llega un momento en el que ya no aguantas más estar tumbado. La noche es oscura. Y en cuanto hay un poco de luz, prefieres caminar.
Con las botas a medio atar, ponemos a secar el "rocío" de los sacos de dormir. Echamos de menos esas mullidas zapatillas de casa. Vamos pareciendo hombres, crecemos en lo que verdaderamente somos, sin los camuflajes que acostumbramos a usar para esconder lo más físico que nos delata: el olor. |
Día 30 de Julio. De Peñón Colorado a Laguna Lanjarón, Cuerda de Tajos Altos, Pico Caballo, Rinconada de Nigüelas, Sulayr hasta el cruce Lanjarón-Tello.
Distancia: 24 km Denivel: + 732 m / -1932 m Tiempo: 11,30 horas |
La primera sensación de frío, al amanecer en el paisaje de neveros, se desvanece en cuanto el sol nos alcanza. Un desayuno caliente, recogemos, revisamos que todo esté igual que antes de nuestro paso, y nos lanzamos río arriba, deseando ver la Laguna de Lanjarón. Casi en los 2.900 metros de altitud, ocupa lo que antaño fue el circo glacial, esta bonita laguna de la que nace y toma el nombre el río Lanjarón, el que cuenta con el mayor desnivel del país. Son inevitables las fotografías. Laguna por aquí, laguna por allí, laguna con valle, laguna con Tajos Altos, laguna con Caballo, laguna con montañero, laguna con mochila, con bastones, con reflejo, hacia el collado, hacia el valle, con borreguiles, con nieve... hasta que nos despedimos para continuar más arriba.
Hay muchas opciones a tomar desde este punto. Pero en la montaña, es mejor no improvisar si no se hace necesario. Algo más arriba de la laguna, se encuentra el refugio de Elorrieta, y tras el collado, en pocas horas podrían alcanzarse los picos más emblemáticos de Sierra Nevada, el Veleta y el Mulhacén. Pero no son estos gigantes los que pretendemos pisar. Y a nuestro pasito de montañero, nos desviamos hacia El Cartujo, con objeto de volver hacia el sur, subir la cumbre de El Caballo, y desde allí, descender hacia la Rinconada de Nigüelas. Otra jornada larga en distancia y desnivel -esta vez de bajada- pero que nos regalará momentos e imágenes que almacenaremos en nuestra memoria para siempre, a no ser que el Alzheimer nos las robe.
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Mejor adaptados ahora a la altitud y al esfuerzo, nos lanzamos con la emoción de la cumbre, y el paisaje que se hace infinito hacia todos los puntos cardinales. Al sur, un horizonte de mar y cielo, donde los azules se unen y se hace inseparable su pertenencia a uno u otro mundo; el mundo del agua, abajo, siempre atrapado por la gravedad, y el mundo del aire, etéreo, imperceptible, y desmesurado albergue del oxígeno que respiramos. Los hitos de piedras nos conducen por la cresta tortuosa. Es un paisaje de extremos. La ciudad de Granada abajo se viste de smog. Es un hormiguero, nos recuerda la faceta social y gregaria del hombre acomodado, dependiente. Aquí, en lo más alto, una torcedura puede complicarse en todo o nada. En este lugar, unos metros hacia un lado u otro, y el paisaje cambia totalmente.
Recorrer la cresta es muy bonito; algunos tramos parecen tan quebrados que dan pánico, pero conforme te acercas se disipan los miedos, es factible sin necesidad de poner las manos, y eso me tranquiliza. El peso y el volumen de la mochila son incómodos compañeros para moverse entre los bloques de piedra. Son unos ocho kilómetros hasta el Pico de El Caballo, revoloteando en esa cota de los tres mil metros.
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En estas fechas, los neveros siempre dan un toque distintivo al paisaje; nos regalan un puntito de emoción cuando hay que pisar nieve. Especialmente destacable, es el paso sobre la Laguna Cuadrada, hasta ahora, la más bonita de las que hemos visto, y cuando se expone El Caballo completo a la vista, con su laguna y refugio más abajo. La subida se vuelve dura. Pero pronto olvidas el esfuerzo, ante el paisaje infinito. El Caballo es un pico de punta roma, pero tampoco es un altiplano como las montañas de la vertiente este del valle de Lanjarón, Cerrillo Redondo, y Tajo de los Machos, la Loma de Cáñar, que se mueve en los tres mil metros, y desde aquí parece más pequeñita. Otra perspectiva inolvidable del valle de Lanjarón, las cresterías que hemos recorrido durante la mañana, y todo el sur hasta los horizontes azules. Un gran rebaño de cabras reposan y rumian entre las rocas más altas.
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Aquí termina nuestra visión más montañera de esta aventura en Sierra Nevada. El descenso hacia la Rinconada de Nigüelas fue un poco agreste, sin seguir un sendero claro, nos dejamos caer hacia la Loma de los Tres Mojones, y de aquí por el Tajo Bautista hasta el camino que bordea en torno a los 2.000 metros de altitud la zona sur de estas sierras y desciende hasta Lanjarón. Habíamos pensado dormir en la zona de la Rinconada, pero no encontramos un lugar que nos gustara suficiente, así que nos pusimos a caminar. Y se nos hizo largo el camino, hasta que cerca del cruce con el tramo que desciende a Lanjarón, encontramos una pequeña corrala entre los pinos donde nos instalamos. Hacía calor; echamos de menos el frío de las alturas. Y rendidos tras los 24 kilómetros del día, dormimos soñando en ellas. |
Día 31 de Julio. De Cruce Sulayr a Tello y Lanjarón.
Distancia: 8.4 kilómetros.
Desnivel: + 178 m / - 1.183 m
Tiempo: 3h 15'
Nos lo tomamos con tranquilidad. Sin ninguna prisa desayunamos, recogimos todo, esperamos a que nos diera un poco el sol, e iniciamos el descenso hacia Lanjarón por Tello. En este cruce, un camino desciende hasta Lanjarón, pero nos pareció más agradable regresar por el mismo camino que habíamos subido tan solo hacía dos días, pero que parecía hubiera pasado mucho más tiempo. Un sendero de trazado algo aéreo nos condujo hasta las casas de Tello. Y desde aquí, desandamos acompañando al río hacia la civilización. De nuevo Miguel se subió al cerezo y se cargó los bolsillos. Llegamos a la Fuente Hoya del Grillo con calor, y agradecimos el agua fría en los pies, en las manos. Y en la garganta. La de arriba, es distinta; bebes pero no te hidratas, y no sé si será por eso que sigues teniendo sed, también de montaña.
A Javier: Muchos fueron los momentos en los que te nombramos con frases como "...esto le habría gustado a Javier...", o "... él sabría el nombre de esa planta...", y yo en muchas ocasiones pensaba... ¡¡Aquí falta Javier para controlar a Miguel!!
Sin exagerar, te echamos mucho de menos, pero de alguna manera, también estabas por allí entre las cumbres...
Sin exagerar, te echamos mucho de menos, pero de alguna manera, también estabas por allí entre las cumbres...