La vida es una carrera para los corazones inquietos, y un sillón para los espectadores del tiempo.
Sin meta, sin frontera, sin reloj, sin más premio que sentir las gotas de sudor resbalando y evaporarse, trotar, trotar, trotar y hacer girar el mundo bajo los pies, plantando las huellas de la respiración, al ritmo que el corazón quiera.