En un descanso de reagrupamiento sobre unas rocas grises, con esos gestos tan naturales que da la experiencia, abrieron las mochilas entre sonrisas y sacaron el casco, que ajustaron en sus cráneos en un santiamén. Tragué saliva. Sábado de Julio. Podría estar desayunando al fresco, y más tarde meterme en la piscina, una barbacoa, cerveza muy fría, siesta, peli, más piscina, más cerveza, cena ligera, dejar que la noche me llevara al sueño, otro baño, y dormir hasta el domingo en una cama con colchón viscoelástico.
Pero no. La convocatoria de Paco había tenido éxito, y allí estaba., entre un grupo de montañeros aguerridos, que se habían sentado entre los bloques a esperar a los más rezagados, o sea, a mi.
18 al 20 de Julio de 2014.
Los comentarios que yo había escuchado sobre los Tajos de la Virgen, eran de los que ponen los pelos de punta, como un lugar peligroso, en el que te puedes enmarronar fácilmente, con nieve es peligrosísimo, han tenido que rescatar a un montañero... Así que con esa cosa en el estómago, y como siempre con la mochila que por más que intente evitar acabo llenando de kilos, me uní a esta aventura con amigos, y "gente" de la que sólo tenía buenas referencias pero que no conocía (ya tenía ganas). Esta vez, era Paco el que había diseñado la ruta incluyendo una noche en el Refugio del Caballo. Y como regalo, contaríamos con la compañía, ayuda y guía hasta Elorrieta, de "Trevenque", "Boticario" y otros "Ytantos", además de Nico, que sólo pudo estar con nosotros hasta el refugio.
El Grupo Montañero "Ytantos", nació de unos pocos aficionados a la montaña que contactaron a través del foro de Nevasport, y que se concedieron forma oficial como Club de Montaña en el año 2012. Paco había acordado con Trevenque que nos acompañaría y guiaría por los entresijos de Los Tajos de la Virgen hasta Elorrieta.
Tras una primera noche en el Albergue Universitario, partimos con la ventaja de iniciar nuestra aventura desde las Posiciones del Veleta (3.100 m), con lo que los desniveles a salvar en toda la ruta, no serían excesivos. Trevenque se nos unió en el autobús, y algo más arriba los demás montañeros.
Pero no. La convocatoria de Paco había tenido éxito, y allí estaba., entre un grupo de montañeros aguerridos, que se habían sentado entre los bloques a esperar a los más rezagados, o sea, a mi.
18 al 20 de Julio de 2014.
Los comentarios que yo había escuchado sobre los Tajos de la Virgen, eran de los que ponen los pelos de punta, como un lugar peligroso, en el que te puedes enmarronar fácilmente, con nieve es peligrosísimo, han tenido que rescatar a un montañero... Así que con esa cosa en el estómago, y como siempre con la mochila que por más que intente evitar acabo llenando de kilos, me uní a esta aventura con amigos, y "gente" de la que sólo tenía buenas referencias pero que no conocía (ya tenía ganas). Esta vez, era Paco el que había diseñado la ruta incluyendo una noche en el Refugio del Caballo. Y como regalo, contaríamos con la compañía, ayuda y guía hasta Elorrieta, de "Trevenque", "Boticario" y otros "Ytantos", además de Nico, que sólo pudo estar con nosotros hasta el refugio.
El Grupo Montañero "Ytantos", nació de unos pocos aficionados a la montaña que contactaron a través del foro de Nevasport, y que se concedieron forma oficial como Club de Montaña en el año 2012. Paco había acordado con Trevenque que nos acompañaría y guiaría por los entresijos de Los Tajos de la Virgen hasta Elorrieta.
Tras una primera noche en el Albergue Universitario, partimos con la ventaja de iniciar nuestra aventura desde las Posiciones del Veleta (3.100 m), con lo que los desniveles a salvar en toda la ruta, no serían excesivos. Trevenque se nos unió en el autobús, y algo más arriba los demás montañeros.
Al bajar de la lanzadera, un viento feroz casi nos impedía caminar. Aún así, llegamos al punto de encuentro, para iniciar nuestra andadura.
La travesía por los Tajos de la Virgen, se compone de una larga cresta sin sendero, a salvar entre grandes bloques de roca en su mayor parte, muy incómodo para transitar sobre todo con gran mochila. Los Ytantos, nos fueron acompañando y guiando por los pasos, teniendo en cuenta nuestra carga, pues ellos andaban por allí como por su casa, incluyendo en su recorrido algún que otro punto de escalada de 4º grado. Mis tanteos de los últimos meses con el mundo de la escalada, me sirvieron en esta amalgama de piedras, cogiendo presas, dando pasos de oposición, confiando en la adherencia de las botas y practicando el equilibrio. Eran dignos de ver, con la soltura que desprendían al moverse en este terreno inhóspito. Pero en los lugares complicados, nos iban orientando y derivando en el camino por la alternativa más fácil. Desde luego, no es un lugar para aventurarse sin más, pero con tan experimentada compañía, ya en los primeros pasos y a pesar mi ansiedad anticipatoria, creció una seguridad entre nosotros; estábamos en buenas manos. En la montaña cada uno tiene su ritmo y sus neuras. A veces tomas conciencia de que una simple torpeza con una mala caída pueda impedir continuar a todos. Y también, de que para otro de los compañeros tu ayuda pueda ser vital. Permanecer con la mente ordenada, la voluntad intacta, el pensamiento ágil, no son fáciles cuando lo inesperado nos puede atrapar tan lejos, en tiempo, de la civilización y el auxilio. De vez en cuando nos esperaban a todos, intercambiábamos sensaciones, y ¡al ataque! seguíamos conquistando la roca. No es un paso apático el del mítico Fraile de Capileira, que aunque sólo es una roca más (a 3.188 m), no se puede negar que tenga una forma caprichosa, que invita a tomar parte de alguna forma en las leyendas moriscas, quizá en los tiempos de Boabdil, último Rey de Granada, e hijo de Muley Hacén, a quién debe el nombre el pico más emblemático de Sierra Nevada y el más alto de iberia. Lugar de divisoria de mares, en sus dos vertientes, Tajos de la Virgen en la cara norte y Tajos del Nevero en la sur, ofrece un paisaje espectacular, desde un horizonte que se confunde con el mediterráneo al sur, hasta los picos lejanos de la Sierra Sur de Jaén (La Pandera 1.872 m), o la quebrada Sierra de Cazorla (Cabañas 2.027 m, Banderillas 1.993 m) más al noreste. Son unos tres kilómetros de roca desnuda desde el Puntal de Loma Púa hasta el refugio de Elorrieta, lugar donde nos despedimos de los Ytantos. Ellos regresaron y los perdimos pronto de vista entre las piedras, y el resto continuamos descendiendo hacia el río Lanjarón, en busca de la célebre Verea Cortá. |
Agradecer especialmente a Trevenque, que permaneció todo el tiempo al final del grupo a unos metros de mi, otorgándome seguridad en cada paso, y la confianza que da, el saber que estaba metido en la montaña, con algunos de los nombres que ya forman parte en la historia de los montañeros de Sierra Nevada.
Debido al fuerte viento que nos había azotado en la crestería, tras el descanso y despedida de los Ytantos, decidimos tomar el sendero que cruza la ladera del Tozal de Cartujo y evitar la cresta hasta el día siguiente que las previsiones meteorológicas parecían más favorables.
Aquí tropezaríamos con otro de esos nombres que adquieren famas de muchos tipos, según quién cuente la aventura. Me refiero, al paso de la cadena de Verea Cortá.
En total, desde Loma Púa hasta el refugio del Caballo, casi trece kilómetros y cinco horas y media de espléndida alta montaña. Desde Elorrieta el sendero es fácilmente reconocible; además cuenta con los queridos hitos de piedra, y un buen trecho de la Verea Cortá, permanece empedrado al estilo de las calzadas romanas. |
Un primer tramo desciende hasta cruzar el río Lanjarón, donde se inicia el empedrado, cómodo de andar, y va recuperando con suavidad algo de altitud, haciendo que nos sea inevitable encauzar la vista cada pocos pasos hacia el estrecho valle del río, que desde esta perspectiva se hace realmente atractivo. Recordamos Miguel y yo, nuestro recorrido por aquellos parajes el verano anterior; nos trajo una emoción especial, cuando se hizo a la vista el refugio del Peñón Colorao, a la puerta del cual hicimos noche, entre los neveros que este año no están. Continuamos la vereda con tranquilidad, aunque yo guardaba cierta preocupación por el paso de la cadena, del que igualmente había leído sobre los miedos que ahí se acumulan. Paco ya me había dicho algo así como "...para lo que llevamos hecho hoy, eso no es nada..."
Y tenía razón. El paso de la cadena de Verea Cortá, no tiene dificultad alguna; se trata de un recoveco en el camino, como un recodo que salva el paso de un pequeñito barranco, en el que hay, para dar mayor seguridad, una cadena a la que irse agarrando y que facilita el paso con la mochila. Supongo que con nieve o hielo es otra cosa. La parte más crítica, tendrá unos cinco metros de larga, no se trata de una pared vertical, y hay buenos lugares para plantar los pies. No es preciso nada especial, salvo asegurarse bien a la cadena y.. ¡no pensar! |
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Pero antes de llegar a la cadena, hay que detenerse y deleitarse en un precioso rincón junto a la laguna Bolaños. Algunos tramos del trazado se exhiben recordando un poco a las míticas Fajas de Ordesa. Aunque aquí, la sensación vertical no es tan rotunda como en el norte, no deja de tener su dosis de adrenalina asomarse sin alas al "patio". Vamos en fila india, cada uno con sus pensamientos. Paco suele encabezar la hilera de colores andantes en la montaña. No tenemos prisa, salvo cuando se nos instala la idea de que hemos visto demasiada gente y el refugio pueda estar lleno. Aunque vamos equipados para dormir fuera, en la noche bajaremos de cero grados, y se agradece cierta comodidad, resguardo y amplitud, y un suelo más uniforme que el de alguna de las corralas al borde de la laguna. De vez en cuando alguno se detiene para hacer fotografías, o surgen conversaciones de lo más variadas. Son buena gente, aunque la temática de montaña nos gusta a todos, también se habla de cualquier otra cosa; Rafa cuenta algún que otro chiste, de esos de humor fino, alguno de los que tardas unos segundos en reaccionar, y sé, que Cristóbal nos guarda para después, unos momentos distintos de relajación física y mental.
Casi no hay aves a estas alturas, que es uno de mis asuntos favoritos; pero hemos podido distinguir algún buitre leonado y acentor alpino. Javier va más pendiente de las plantas y flores, y nos enseña algunos endemismos. |
Se hace ameno el camino en buena compañía. Y hay como una especie de lazo empático incluso previo a conocerse, quizá por saber que te sientes comprendido y compartes, ese amor por la montaña y la naturaleza, sin que nadie te mire como alguien más raro de lo normal.
Miguel sonríe y abre grandes los ojos, porque siente todo con intensidad, aunque le cueste a veces ponerle palabras, desde que hacemos estas cosas, dice que son, de los mejores días del año. Creo que para todos sucede así. Tuvimos que pasar algún pequeño nevero, que siempre dan un toque de contraste interesante en las fotografías. Y al poco llegamos a la Laguna Cuadrada, que tantas ganas tenía Miguel de ver, porque el año anterior, decía que era la laguna que más le gustaba de las que conocía de Sierra Nevada, que no son pocas. |
Y con la referencia de ir como saltando de laguna en laguna, apareció ante nosotros la siguiente, Nájera, cuando Paco apretó el ritmo con intención de llegar al refugio con tiempo de descansar, un pequeño avituallamiento, y subir al tresmil más al sur de Sierra Nevada, antes de que la noche nos trajera el sueño.
La realidad de esta fotografía, es algo sorprendente que se debate entre la casualidad y la magia.
La parte derecha, la hizo Javier ocupando en el encuadre a Paco y El Caballo. Yo andaba rezagado, y algunos minutos después, al pasar por esa zona , también hice una foto, El Caballo con la Laguna Nájera, pensé. Ni siquiera están hechas ni pensadas desde el mismo lugar; pero no sé cómo, al revisar las carpetas de uno y otro, se me ha encendido esa luz de... ¿y si las pudiera unir? Menuda foto para Paco. Aquí la tienes...
La realidad de esta fotografía, es algo sorprendente que se debate entre la casualidad y la magia.
La parte derecha, la hizo Javier ocupando en el encuadre a Paco y El Caballo. Yo andaba rezagado, y algunos minutos después, al pasar por esa zona , también hice una foto, El Caballo con la Laguna Nájera, pensé. Ni siquiera están hechas ni pensadas desde el mismo lugar; pero no sé cómo, al revisar las carpetas de uno y otro, se me ha encendido esa luz de... ¿y si las pudiera unir? Menuda foto para Paco. Aquí la tienes...
Y al volver la esquina de una gran roca, como si el paisaje me estuviera esperando, y con esa sensación de haber abierto de pronto una ventana gigantesca...
"Hoy me siento muy pequeño"
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Son las palabras anónimas que hay escritas en la pared cerca de la ventana. Los refugios de montaña son lugares mágicos, encantados, se perciben buenas sensaciones cuando entras en uno de ellos. ¡Energía positiva! No imaginas que allí se guarden sucesos malvados, historias de violencia y odios, insolidaridad o miradas tintadas de pesadumbre.
Los refugios de montaña son muy parecidos entre sí. Una estructura más o menos espaciosa, de techo curvo y una chimenea. Algunos de los refugios construidos a lo largo del Lanjarón, están inhabilitados, como el de Ventura o el del Peñón Colorao. Otros, como el de Lanjarón, fueron proyectos abandonados antes de completar su levantamiento. La vida en el refugio es simple, o complicada, según se mire. Llegas, si hay sitio te instalas, procuras no molestar a tus vecinos, descansas, duermes si puedes, y al siguiente día te vas. Con seis montañeros, casi se llena. Al rato llegó un grupo de jóvenes a la laguna. Imprudentes. Sin pertrechos adecuados para dormir en el exterior. Para dos de ellos, aún quedaba hueco y se añadieron. Después de tomar posesión de nuestro espacio, quitarnos las botas, descansar, comer, nos empezamos a inquietar, porque aún teníamos unas horas de luz, la cumbre estaba allí al lado, y aún tenían nuestras piernas hambre de senderos... Decidimos subir sin mochilas en lo que quedaba de tarde, en lugar de posponerlo a la mañana siguiente. No deja de sorprendernos el nuevo paisaje desde la cumbre. En menos de dos horas subimos, estuvimos un rato en la cumbre y descendimos con los ojos repletos y el ánima pacificada. Llegó entonces el momento de Cristóbal. Y en ese acto de conciliación interior, nos explicó y guió en unos ejercicios de relajación y estiramientos, física y mental, un "Saludo al Sol" que ya desmenuzaba sus últimos rayos entre las rocas y los neveros. |
Y amanece.
Despertar con la luz del sol debería ser lo más natural; lejos de nuestro entorno humanizado, un lujo.
Alguno se queja de los ronquidos de otro, y el otro excusa con que no eran suyos sino de un tercero. Entre las risas y las quejas, el que mejor lo hizo es Rafa, experimentado en estas cosas, nunca olvida entre su utillería de montaña, los tapones para los oídos. Nos enseña un nuevo invento; una especie de quemador de alcohol para calentar el desayuno. Poco peso, poco espacio. Recogemos y tratamos de dejar todo como estaba. Nuestra intención es subir al collado sobre la laguna, y regresar por la cresta del Tozal del Cartujo hasta el collado de Elorrieta, y desde allí por un sendero bajo los Tajos de la Virgen que nos devolverá hasta los Lagunillos de la Virgen (donde se acabó la batería del reloj-gps) y de ahí por los senderos que cruzan las pistas de esquí hasta el punto de partida, el Albergue Universitario. La otra vertiente nos muestra un mundo de nubes inesperadas. Javier nos muestra con entusiasmo el Trevenque, en el centro de la fotografía, y una cita pendiente que nos recuerda a nuestro guía del día anterior. |
Y nos volvimos locos con las fotos...
A veces, a las imágenes, les sobran las palabras. Y otras, por no ir acompañadas de ellas, pasan desapercibidas. También hay que decir, que no siempre en las fotografías se atrapan todos los senderos, ni tienen esa finalidad; al contrario, hay senderos que prefiero no mostrar, porque son, aquellos que nos llevan a lugares especiales, en los que si se colara una mirada ajena, podría hacerte sentir pudor, como si estuvieras desnudo, por sentirte descubierto, en esos únicos espacios que buscamos para estar solos y que los sentimos como nuestros. A Javier le gustan esos huecos, a menudo nos habla de un almez al que le cuenta sus cosas; pero también le encanta que lo inmortalice en el paisaje. De pronto lo ves que acelera, o se vuelve, o se gira y corre unos metros, se sube a alguna piedra, y pide: ¡Hazme una foto! Y le contesto que siempre se busca los mejores sitios mientras mido luces y encuadro. Miguel en cambio, es más esquivo con las fotos; sobre todo porque suele ir en cabeza como si tuviera prisa por más, y más, y más montaña.
Muy cerca del Tozal del Cartujo, el tresmil más emblemático de toda la cumbre hizimos un descanso, que pronto aprovecharon Rafa y Paco para buscar un tesoro escondido, o lo que es lo mismo, un "geocache". Tiene su dosis de emotividad, rebuscar entre el mar de piedras gps en mano, hasta encontrar la cajita, bolsa o contenedor que esconde un objeto, una libreta, y a veces, una misión. Cuando por fin encuentran el tesoro, se les dibuja una sonrisa y ponen cara de niño alegre. Abren el secreto con esmero, dejan sus datos en la libretita, y lo esconden de nuevo. De mano en mano, a veces estos objetos tienen como objetivo un viaje de miles de kilómetros, cruzando océanos y continentes. Sería mucho más fácil enviarlo por FedEx, siempre que no acabara en una isla desierta (Náufrago, 2000 -Robert Zemeckis), pero... así no tiene nada de emocionante.
Muy cerca del Tozal del Cartujo, el tresmil más emblemático de toda la cumbre hizimos un descanso, que pronto aprovecharon Rafa y Paco para buscar un tesoro escondido, o lo que es lo mismo, un "geocache". Tiene su dosis de emotividad, rebuscar entre el mar de piedras gps en mano, hasta encontrar la cajita, bolsa o contenedor que esconde un objeto, una libreta, y a veces, una misión. Cuando por fin encuentran el tesoro, se les dibuja una sonrisa y ponen cara de niño alegre. Abren el secreto con esmero, dejan sus datos en la libretita, y lo esconden de nuevo. De mano en mano, a veces estos objetos tienen como objetivo un viaje de miles de kilómetros, cruzando océanos y continentes. Sería mucho más fácil enviarlo por FedEx, siempre que no acabara en una isla desierta (Náufrago, 2000 -Robert Zemeckis), pero... así no tiene nada de emocionante.
Y como lo que nos gusta es la emoción, hay quien ya está pensando en la próxima salida, quizá en septiembre.
Los últimos kilómetros se hicieron algo pesados, entre el cansancio, el calor y la proximidad a la civilización que va dañándote al saber que se acerca el fin de ruta. Parecía que habían pasado varios días, desde que cruzamos los Tajos de la Virgen, cuando pasamos por la ladera y vimos en lo más alto al Fraile de Capileira. El tiempo en la montaña tiene otra dimensión. Llegamos al Albergue Universitario, nos cambiamos, nos vestimos de personas, y nos fuimos a reponer fuerzas, y planear más aventuras... |
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